Los gladiadores de Capua by Caroline Lawrence

Los gladiadores de Capua by Caroline Lawrence

autor:Caroline Lawrence [Lawrence, Caroline]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2004-01-01T00:00:00+00:00


—¡Las niñas estarán en peligro! —Nubia aferró el brazo de Bar-Mnasón.

—¿Qué? ¿Te refieres a esas ninfas rubias?

—¡Sí!

—Los osos no les harán daño; estarán muy entretenidos comiéndose a Orfeo —se carcajeó.

—¡Ah! —Nubia casi se mareó de alivio.

—No, los osos no van a comerse a las niñas —repitió el chico mientras abría la puerta del depósito—. Para eso están estas preciosidades.

—¿Cómo?

—Sí —afirmó Bar—. Ha sido idea de Domiciano. Y por ese motivo ordenó a Fabio que escogiese chicas que midiesen menos de metro y medio, esclavas y huérfanas. Si no se ahogan, los hipopótamos y los cocodrilos las devorarán.

—¡No! —gritó Nubia—. ¡No!

—¿Qué pasa? No son más que esclavas.

—¡Una de ellas es mi amiga Flavia!

—¿Una de las ninfas es amiga tuya?

Nubia hizo un gesto afirmativo y exclamó:

—¡No sueltes los hipopótamos!

—Demasiado tarde —dijo Bar—. Ya están saliendo.

—El chico maldijo por lo bajo.

—¡Tenemos que hacer algo! —Nubia le agarró otra vez el brazo—. ¡Bar, debo salir a ayudarla!

—Solo se puede ir a la isla cuando la arena está seca —respondió Bar moviendo la cabeza con pena—. Pero, cuando está llena de agua, no. Lo siento, Nubia. Tu amiga está condenada.

• • •

Flavia sonreía, encantada, mientras la envolvían los clamores.

Las niñas habían superado la sorpresa inicial y remaban simultáneamente. Los bonitos remos lanzaban destellos de colores rosas y azules a medida que la barca avanzaba sobre las plácidas aguas en dirección a la isla verde. Orfeo tocaba su lira y, cuando los vítores amainaron, empezó a cantar.

Las ninfas tarareaban la tonada, mientras el órgano de agua seguía la melodía por lo bajo para que la gente pudiera oírlas. Los espectadores de las gradas más altas coreaban la canción.

El aroma de las madreselvas henchía la cabeza de Flavia, al tiempo que una sensación igual de dulce le llenaba el pecho. Era una emoción que no había sentido jamás, una compleja mezcla de placer, entusiasmo y autocomplacencia.

¿Era así la fama? ¿O sería la gloria?

Fuera lo que fuese, le gustaba.

Miró hacia atrás y comprobó que estaban muy cerca de la isla. Casi al momento la barca tocó tierra, y Orfeo saltó ágilmente sobre los tepes de hierba.

Dos de las niñas que iban delante utilizaron los remos para apartar la barca de la isla, y comenzaron a remar con gesto lánguido alrededor de esta.

Orfeo puso un pie sobre una piedra pintada y cantó la historia de su esposa Eurídice, que había sido mordida por una víbora venenosa el mismo día de la boda. Él expresó su deseo de visitar a la muerte para hacer volver a su amada, y apenas le tembló la voz cuando llegó al punto en que explicó que iba a descender a los infiernos para encantar con su música a Cerbero y ablandar los corazones de Plutón y de Perséfone.

—«Entonces regresaré con Eurídice —cantó—. Rescataré a mi verdadero amor de la muerte».

—¡Oooh! —exclamó la multitud cuando una docena de pájaros de colores salieron de la boca de la cueva y se posaron en los arbolillos y arbustos que rodeaban al músico.

—¡Aaaah! —gritaron al ver a unos conejos que brincaban, seguidos por un cervatillo moteado de largas patas.



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